JOVEN DROGADICTO LE SALVA LA COMUNIÓN
Le «mataba llegar a casa con los ojos inyectados en sangre» y, aún así, nunca perdió la fe
Pablo, adicto a las drogas desde los 14 años, «solo era feliz al comulgar»: «Dios me pedía algo»
"La felicidad que siento es de verdad. Me siento lleno", menciona Carlos tras dejar las drogas por la fe y su familia.
A sus 20 años, Pablo Álvarez realiza sus estudios en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, quiere ser profesor, es feliz con su familia y sus 9 hermanos y, junto a Dios, se siente plenamente realizado. Sin embargo, alcanzar esa vida que parece idílica ha supuesto para el joven superar un auténtico infierno bajo la drogadicción. Solo su fuerza de voluntad, la ayuda de un antiguo conocido de trapicheos y "morados" y escuchar la voz de un Dios que "nunca se fue" podían evitar que completase su prematura autodestrucción.
Desde siempre, Pablo consideró tener "una familia de diez" y explica que durante la primera parte de su vida le acompañó un sentimiento de comodidad y felicidad generalizadas.
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